8.6.09

La ciudad

Hierve la sangre a fuego lento, y los vapores suben, suben hasta el cielo, tiñen las nubes de escarlata, llueve pólvora, caminamos y respiramos, nos llenamos de nuestra propia sangre, y solo falta una chispa, esa chispa, para que el aire se rompa como un papel y el agua corra libre por la ciudad destruyendo los cimientos, las columnas, las paredes y el monumento al gran dictador, que se ríe porque sabe que eso no va a pasar, porque hace tiempo escondió el fuego y nos llenó de cemento frío y gris, indiferente.

No hay comentarios: