14.2.09

Catarsis

Las palabras salían, una atrás de la otra, otra atrás de la última, una más. Sin sentido, sin dirección, empujadas por una fuerza incomprensible, presionando la tinta dentro del cartucho, presionando la punta de la lapicera sobre las hojas que dejaban de estar en blanco, una atrás de la otra, otra atrás de la última, una más.
Con las palabras me abandonaba algo mucho más importante que letras y sílabas: era una parte de mí, o en realidad, más que una parte, miles de pequeñas partes que se aliaban contra mí para formar algo mucho mayor, casi un todo. Me vaciaba.
La falta (o exceso) de sentido de lo que escribía me asustaba, mi sangre en la hoja solo atinaba a formar palabras inconexas entre sí, y comprender de ese modo mi interior era algo aterrador.
Por un momento pensé en dejar de escribir, pero comprendí que no se puede evitar lo inevitable, y seguí dejándome llevar por esa necesidad de vaciar mis venas por completo (catarsis, por fin), y verter su contenido sobre las hojas, que se teñían de rojo ante mi muerte.

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